
MI QUERIDO DARÍO: NUNCA ES PARA SIEMPRE
¿qué es un libro? ¿por qué leer? ¿qué tienen ellos que nos hacen adictos a sus historias? ¿qué tienen ellos que nos hacen ser lo que somos?
Estoy muerta, se dijo Makina cuando toas las cosas respingaron: un hombre cruzaba la calle a bastón, de súbito un quejido seco atravesó el asfalto, el hombre se quedó como a la espera de que le repitieran la pregunta y el suelo se abrió bajo sus pies: se tragó al hombre, y con él un auto y un perro, todo el oxígeno a su alrededor y hasta los gritos de los transeúntes. Estoy muerta, se dijo Makina y apenas lo había dicho, su cuerpo entero comenzó a resistir la sentencia y batió los pies desesperadamente hacia atrás, cada paso a un pie del deslave, hasta que el precipicio se definió en un círculo de perfección y Makina quedó a salvo.
Pinche ciudad ladina, se dijo, Siempre a punto de reinstalarse en el sótano.
Era la primera vez que le tocaba la locura telúrica.
Su madre,
No tenía ninguna razón para ir primero donde el señor Dobleú, pero un apuro de agua la condujo al vapor donde aquél se mantenía. Sentía la tierra hasta debajo de las uñas como si ella se hubiera ido por el hoyo.
El cobrador era un muchacho sanguíneo y orgulloso con quien Makina la había desgranado en una ocasión. Había sucedido de la manera torpe en que esas cosas suelen suceder; pero como los hombres, todos, están convencidos de que son buenísimos para ese brincoteo, y como había sido claro que con ella había brincado chueco, desde entonces el muchacho le bajaba los ojos cada que se la encontraba. Makina caminó despacito frente a él y él se asomó de su caseta de cobranza como para decirle No, no se puede, o más bien Usté no, usté no puede; con un ímpetu que le duró tres segundos porque ella no se detuvo y él no atinó a decirle ninguna de esas cosas y solo pudo levantar los ojos con autoridad cuando ella ya lo había pasado y se dirigía al turco.
El señor Dobleú era un espectáculo feliz de redondeces pálidas surcadas por venitas azules; el señor Dobleú se mantenía en la sala de calor húmedo. Las páginas del diario de la mañana estaban pegadas al azulejo y el señor Dobleú las iba pelando una por una conforme avanzaba en la lectura. Reparo en Makina sin sorpresa. Qué le hubo, dijo ¿Una chelita? Juega, dijo Makina. El señor Dobleú sacó una cerveza de una cubeta con yelos a sus pies, la destapó con la mano y se la pasó. Se empinaron la botella, ambos, hasta el fondo como si fuera un concurso. Luego disfrutaron en silencio la escaramuza entre el agua de fuera y la de adentro.
Señales que precederán al fin del mundo
Yuri Herrera, Periférica, 2009
Entre las historias del mundo que son posibles en un marco experimental determinado, algunas pueden reescribirse en la forma normalizada de Griffiths; se llaman entonces,historias coherentes de Griffiths, y en ellas es como si el mundo se compusiera de objetos aislados, dotados de propiedades intrínsecas y estables. No obstante, el número de historias coherentes de Griffiths que pueden reescribirse a partir de una serie de medidas es, por lo general, bastante superior a 1. Tú tienes conciencia de tu yo; esta conciencia te permite emitir una hipótesis: la historia que eres capaz de reconstruir a partir de tus propios recuerdos es una historia coherente, que justifica el principio de narración unívoca. Como individuo aislado, empeñado en existir durante cierto lapso, sometido a una ontología de objetos y propiedades, no te cabe la menor duda sobre este punto: se te puede asociar, necesariamente, una historia coherente de Griffiths. Esta hipótesis a priori te sirve para la vida real, pero no para el mundo de los sueños.
Michel Houellebecq, Las partículas Elementales, Anagrama, 2008, pág. 68.
Quiero decirle que esto me parece una locura. Los sentimientos amorosos siempre son una locura, pero sentirlos por alguien que está a miles de kilómetros de distancia, lo son aún más. Sentir esto, cuando se sabe que esa persona no volverá en mucho tiempo, y peor aún, que esa persona ya no siente nada por uno, no se, simplemente, cómo describirlo.
Pero igual y eso es parte fundamental de mi esencia. Soy un tipo indeciso por naturaleza y por lo mismo no me decido a olvidarla. Me empeño en los recuerdos, guardados en formato digital y bajo contraseña, en el porqué de su decisión. Y pienso constantemente en que yo me había hecho grandes expectativas a su regreso, y que eso fue tonto. En que yo a la fecha la sigo soñando y a veces hasta sintiendo, y que eso sea simplemente parte de un sueño.
En los ratos de lucidez, o de enojo, la pienso como una… Aquí cabe una serie de emociones raras, luego una serie de sentimientos de culpa por pensarla así y finalmente el convencimiento de que usted no es nada de eso y que al contrario, siempre será especial para mi.
[…]
En ninguna circunstancia bebo agua, ese mineral abominable. La cerveza me parece ingrata: se repite mucho cuando está fría. Sin embargo, bien administrada puede ser útil; permite revivir durante toda la tarde los sabores más caprichosos de una comida especiosa. Hay que agregar a favor de esta bebida que en la ciudad de Baltimore – tengo una rara fijación por ese puerto que no viene al caso comentar- hay una serie de barrios que alguna vez fueron de marineros. En las calles de esos vecindarios aún sobreviven tabernas idénticas a las que debió de visitar Edgar Allan Poe en su voluntarioso ascenso hacia el delirium tremens. Ahí se conserva la buena costumbre irlandesa de beber malta al tiempo.
Para los vinos suelo seguir los consejos de Hoffman: Champaña cuando mi alma deambula por una atmósfera de opereta, y borgoña cuando estoy de talante heroico. Para experiencias religiosas el romántico alemán recomienda los vinos de Rhin. Ahí planto mi desacuerdo; aprendí de mi abuelo que las bebidas dulces son una mariconada. Prefiero los vinos de Rioja para las ocasiones solemnes y de Toro para los asuntos de vida o muerte.
También consumo licores dependiendo de los estados por los que transita mi alma. He categorizado las correspondencias entre ánimos bebidas basado también en las consideraciones de Hoffman. Según él, los sentimientos posibles son: 1. Espíritu levemente irónico temperado de indulgencia. 2. Espíritu de soledad con profundo descontento de mí mismo. 3. Alegría musical. 4. Entusiasmo musical. 5. Tempestad musical. 6. Alegría sarcástica insoportable a mí mismo. 7. Aspiración a salir de mi yo. 8. Objetividad excesiva. 9. Fusión de mi ser con la naturaleza. He llegado a pensar, como creo que pensaba el divino Baudelaire, que este barómetro del alma no es sino la descripción razonada de una dilatada borrachera. Siguiendo los pasos de mis maestros, he diseñado una tabla de licores que me ceden su espíritu. Para alcanzar un estado levemente irónico templado de indulgencia: anís seco. Para una sensación de soledad con profundo descontento de mí mismo: ron. Alegría musical: ginebra. Entusiasmo musical: vodka. Tempestad musical: tequila [que es un mezcal]. Alegría sarcástica insoportable a mí mismo: brandy. Aspiración a salir de mi yo: Grand Mariner. Objetividad excesiva: whisky. Para fundirme con la naturaleza: metanol. Cuando se buscan estados más complejos, basta con preparar cócteles.
Además de las coincidencias entre Tempestades y mezcales, a este señor le compro la idea de don Andrés Brumell-Villaseñor, de traerse los restos de Poe al jardín lúgubre de su casa. Salud por eso!
Enrigue, Álvaro (1996),