I
Despúes de la tormenta la tarde queda en calma,redondeada por la quietud de mayo.
Las nubes, hace un momento negras y revoltosas, ahora
se muestran claras y estáticas, fundidas casi al puerco
azul del cielo.
Se oye el zumbido de quienes tratan de escapar por el
anillo periférico.
Suenan también, lejanas, risas de niños que han salido
a jugar a la calle, ahora cubierta por charcos, hojas
y flores de jacaranda.
Los arbustos de enfrente dan fe del ventarrón
que merodea.
Pasan como rayas los gorriones. De un lado a otro
desparraman su celo y en esta soledad cuesta trabajo
imaginar el océano.
Ya no es de día ni de noche.
San Pedro de los Pinos respira con la ansiedad de un
ciego que de pronto recordara los colores de Turner.
Las campanadas encienden las ventanas.
La oscuridad desencadena sus ladridos.
Me invade, como una enfermedad de infancia, la paz
inmerecida del orgasmo.
*Intentaré, en la medida de lo posible, transcribir diariamente una a una las partes de Mar de Fondo, de Franciso Hernández, contenidas en la antología: Poesía Reunida (1974-1994), UNAM, 1996.
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