Hoy. Palabra que me deja sin aliento.
Palabra que no puedo pronunciar sin que me llegue a la mente una vaga idea de tristeza.
Se supone que mi vida esta muy bien. ¿Cuál es la razón de la tristeza? ¿Por qué esa cara cuadrada?
Ahhh, la puta soledad.
Sal. Adelántate. No esperes por mí. Esto es cosa de todos los días.
Cuando la luna esté bien alta te alcanzaré.
Yo lo que quiero es que te diviertas, si tú lo haces yo también.
Los días grises son mis favoritos. Esa sensación de masoquismo.
Dolor. Cursi sentimiento que me embarga.
Después de la hora de la cena te espero en el balcón.
Que no te vea la abuela, ella siempre se preocupa por los dos.
A escondidas es mejor. Sombras. Viento. La luz enfermiza de la luna.
El misterio detrás de ese rostro bello. La locura detrás de esa sonrisa.
Las miradas detrás de esa ventana. Las manos justo en el lugar correcto.
La frágil frescura de la noche.
Sonrisa. Caricia que me alegra el día. ¿Por qué se quedó en mi mente si nunca la conocí?
Las ideas se fueron. Las hojas cayeron. Los cuerpos envejecieron.
Pero ella se quedó ahí. Tan fresca. Tan única. Tan mía.
Tan cerca que mi cuerpo quedó frío.
Tan frío que lo puedo transmitir.
Muy obvio el argumento de la vida.
Tan obvio que jamás lo descubrí.
Los días se hicieron largos y tranquilos.
Los ojos se cansaron de observar. La duda permaneció en su lugar.
La hora de la cena terminó. ¿Segura que vas a estar ahí?
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