1.
En el atrio de la iglesia encontré a la gata. Le habían arrancado las
uñas, estaba flaca y triste, tenía numerosas heridas en el cuerpo.
Dicen que así la dejaron los curas porque se comía las hostias,
profanaba el vino con su lengua y cuando las campanas tocaban a
rebato, se orinaba en el Sagrario y rasgaba el manto de la Purísima.
La traje conmigo para salvarla de los perros murciélagos y por el
color desconocidode sus pupilas.
2.
La gata me observa desde el brocal del pozo. Cruza el patio, entra
por la ventana y se acerca con lentitud a mi cuerpo desnudo.
Olfatea en la entrepierna, pasa su lengua por mis testículos.
Bebe después su leche fresca y turbia.
3.
La gata me sigue a todas partes, araña mis huellas, se revuelca en
el polvo con mi sombra, desaparece bajo los adoquines o toma la
forma de una nube y se va al cielo.
4.
La luna no es una gota de semen, gata, déjala en paz.
5.
Sus ojos se derraman en el cielo nocturno.
Me hipnotiza con ellos, caza con su poder mis intenciones.
No tengo escapatoria cuando me mira para dejarme en libertad.
6.
Llamo a la gata por su nombre: ¡Camila!
Y baja de su espacio por un rayo de sol y se pone a correr por mis arterias.
7.
Cuando sopla el viento del norte, Camila no sale de los lugares
donde se oculta.
Las flores yerguen sus tallos para buscarla.
En el pecho de las palomas nacen de golpe los presentimientos.
La jaula se mece con violencia pero el canario duerme.
8.
En el patio de al lado matan un cerdo. Sus alaridos astillan la madera
del chiforrobe, desprenden a los niños de sus sueños.
Camila regresa inquieta, con el hocico manchado de sangre.
Ahora su memoria es vaina de puñal y la muerte un grito que la espera.
9.
Con la cabeza del canario entre los dientes, canta y vuela por los
rincones de la casa. Después sale a la calle, pasa por debajo del
puente y devuelve a las piedras su condición de esponjas.
10.
Para que no la confundan con un gato, Camila salta de un
hormiguero a otro.
Aletean sus párpados tras un rastro de mariposas.
Su cola se trenza con la flor de caña.
Su cuerpo restalla en el aire como un látigo.
11.
Ovillada sobre la piel de tigre, la gata sueña que persigue a un tigre
bajo los cortinajes del obispado y por los corredores de la sacristía.
Desgarran sotanas, vuelcan la pila bautismal, suben al púlpito,
ruedan sus peldaños, rompen monaguillos de yeso y derriban una
larga hilera de cirios hasta quedar mirándose dentro de la tristeza
del confesionario.
Ella lo ve con obediencia, se acomoda bajo su vientre y hace que
la monte una y otra vez hasta que la fiera es sólo ardores y cansancio.
Reposan un segundo que dura siglos: el tigre huye nuevamente.
Sube a lo alto de la torre, destroza la yugular del campanero y se
arroja al vacío para internarse en otro sueño.
12.
Para ver el eclipse de luna hemos sacado al patio una palngana con agua.
Camila se aproxima, ve cómo la luz es devorada por la sombra
y recuerda al tigre que perseguía en el sueño.
13.
Nublan las garzas el resplandor de Orión.
La noche es una gata dormida. Camila es una estatua despierta.
14.
De un zarpazo apagó la vela.
Dos flamas resplandecieron en la obscuridad.
15.
Desde el acantilado Camila contempla el mar.
No acepta caricias ni escucha mi voz cuando la llamo.
(El mar comba sus lomos, agita la cadencia de su respiración.)
La gata no se mueve. Contra el cielo sin nubes se incrustan las gaviotas.
En una cueva de tiburones nace un volcán.
16.
Camila ha dejado de mirarme.
Ahora juega con su propia sombra, se pasa horas enteras oliendo
las flores del dagame y no entibia mi sangre por las noches.
Sin reflejarse pasa frente al espejo.
Su recuerdo es eco de murmullos lejanos.
Ciega ya las pupilas de otros machos.
17.
Despierto y la gata no está junto a mí. Busco entre las sábanas los
fragmentos del sueño en que su cuerpo era real y no encuentro mis
manos, mi voz no suena, mis ojos ruedan bajo la cama y despierto
y la gata no está junto a mí.
18.
Camila entra y sale de la memoria, como la luz del faro entra y sale
de la obscuridad.
19.
Miro la única fotografía que guardo de Camila.
Sobre montañas de hojas calcinadas lame su pata derecha.
En el muro se proyecta la sombra de una flor carnívora.
20.
El cisne de Saint-Saëns le gustaba mucho. Ejercía sobre ella un
extraño dominio que la obligaba a regresar de cualquier sitio donde
estuviera, como si su deseo fuese limadura de hierro y la música un
imán poderoso.
Pero aunque El cisne gira incensantemente por el silencio y la
estrechez del cuarto, Camila no ha vuelto.
No sé si los espejos o la tierra o el mar se la tragaron.
Yo sólo estoy seguro de mi ausencia.
Francisco Hernández
Este es mi poema favorito de Hernández... les comparto a Camila, a esa gata que entra y sale de mis sueños como un fantasma...
3 comentarios:
adoro a Francisco Hernández
acabo de terminar "Soledad al cubo" e "Imán para fantasmas", voy por "Moneda de tres caras"
"la gata" me encanta
saludosos
No hay como un buen poema para materializar todos tus deseos...
No se como no lo escribí yo
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