Cierro los ojos como antes apreté los remos, pienso en la muerte como antes soñé con el Nautilus, con el pez que se traga el anzuelo creyendo que es una hembra de plata.
La cama gira y está apunto de volcarse: el viento la fustiga con ráfagas de espuma.
Una ola, la misma de siempre, lame los bordes de la almohada.
En el mosquitero se retuerce una vaca marina.
El agua me bebe por completo.
A mi garganta y en mis piernas se adhieren los yerbajos del fondo.
Es imposible nadar hacia la orilla donde tal vez despierte.
Trato de gritar y entra un borbollón de sangre a mis pulmones.
En espiral me ahogo, me hundo más allá del último pensamiento.
Mañana mi cuerpo reventará en la superficie.
Y los pescadores erigirán un monumento al sueño que no se puede recordar.
Francisco Hernández, Poesía Reunida, UNAM, 1996.
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