agosto 10, 2008

La verdad

III

Quien sepa respirar el aire de mis escritos, sabrá que es un aire de las alturas, un aire fuerte. Hay que estar hecho para ese aire, pues de lo contrario se corre el peligro de coger un resfriado. El hielo se halla cerca, la soledad es impontente, pero, ¡Qué sereno se encuentra todo dentro de la luz!, ¡qué libremente se respira!, ¡cuántas cosas sentimos que están por debajo de nosotros! Tal y como la he entendido y vivido hasta hoy, la filosofía no es otra cosa que querer vivir entre los hielos, en las altas montañas, buscar todo lo que tiene de extraño y de problemático nuestra existencia, todo lo que la moral ha venido prohibiendo hasta hoy. La ya larga experiencia que me ha suministrado el andar por el terreno de lo prohibido, me ha enseñado a ver las causas de que se haya moralizado e idealizado hasta hoy de una forma completamente distinta a lo que hubiera sido de desear: se me ha revelado la historia secreta de la filosofía, lo que hay de psicológico en sus grandes nombres. Mi verdadera unidad de medida ha ido siendo cada vez más preguntar qué grado de verdad soporta un espíritu, qué dosis de verdad se atreve a afrontar. Ese error consistente en creer en lo ideal no constituye una ceguera, sino una cobardía. Toda conquista, todo avance en el terreno del conocimiento es consecuencia de la valentía, de la dureza y de la limpieza para con uno mismo. Yo no refuto, pues, ningún ideal; me limitoa ponerme los guantes cuando estoy ante ellos. Mi filosofía triunfará un día bajo este lema: “Nos arrojamos en brazos de lo prohibido”. Y es que hasta hoy lo que se ha venido prohibiendo sistemáticamente ha sido la verdad.

Friederich Nietszche
Ecce Homo
Edimat, España, 1998
(34-35)

2 comentarios:

JORGE SOLANA AGUIRRE dijo...

La verdad esta en aceptarla.

Zazenpan dijo...

A eso se refiere con las dosis de verdad que podemos afrontar.
¿Podríamos aceptar que la verdad es que no hay verdad alguna?
Hay límites que no nos dejan acercarnos a la verdad y hay que pasarlos, entrar en lo prohibido y volvernos locos.