Estudios efectuados por David Baker en la Universidad de Northwestern, en Chicago, indican que, más allá de todas las implicaciones educativas, culturales y sociales que conlleva el hecho de carecer del hábito de la lectura, en ciertos rubros cobra una importancia nunca antes evaluada, al grado de que puede acortar o prolongar la vida.
La investigación señala que las personas mayores con niveles inadecuados de lectura en materia de salud, es decir con capacidad limitada o nula para comprender a cabalidad los términos médicos y farmacológicos, podrían ver reducidas sus expectativas de vida en relación con quienes poseen una “cultura literaria” más amplia en el rubro.
Los resultados sugieren que, por ejemplo, los individuos incapaces de comprender las indicaciones y contraindicaciones impresas en medicamentos de uso delicado, presentan tasas de mortandad hasta 50 por ciento más elevadas, comparadas con las personas que efectúan lecturas adecuadas.
En este punto, conviene destacar que los niveles de “cultura de la salud” toman como parámetro un índice que evalúa la capacidad para comprender materiales básicos asociados con la salud, como los impresos en las etiquetas de los medicamentos, las formas hospitalarias y las recetas médicas.
“Es cuestión de vida o muerte. El número de decesos entre las personas con bajo índice de lectura o comprensión de la misma en materia de medicina y salud es enorme”, comentó Baker.
El experto señaló que “cuando los pacientes son incapaces de leer, no están en posición de hacer las cosas que se requieren para mantenerse saludables. No saben cómo tomar sus medicamentos correctamente ni entienden cuándo deben buscar ayuda médica, ni como cuidar sus enfermedades”, y agregó que esas son las razones por las cuales las personas son más susceptibles de acortar su existencia.
Millones de personas en el mundo tienen apenas los conocimientos mínimos, o incluso por debajo de lo básico, en torno de la literatura asociada con cuestiones de salud. “Hay un mínimo de habilidades de lectura que se requieren para que un paciente haga las cosas que un médico espera de él. Pero si alguien está por debajo del nivel de comprensión requerido, entonces pasarán cosas malas”, puntualizó el especialista.
El estudio comenzó en 1997, cuando se entrevistó a tres mil 260 pacientes de edades de 65 años o mayores, sometidos a cuidados médicos en distintas ciudades estadounidenses. Los investigadores preguntaron a los participantes acerca de raza, nivel educativo, ingresos, hábitos de salud (si fumaban, bebían o realizaban ejercicio), así como sobre condiciones médicas crónicas como diabetes, asma, artritis, hipertensión, enfermedades del corazón y cáncer.
Los sujetos del estudio completaron un test de “cultura de la salud”, que incluía la lectura de pasajes y la comprensión de cifras y conceptos impresos en envases de medicamentos. Posteriormente, en 2003, los investigadores determinaron qué pacientes habían muerto en el transcurso de esos seis años tras haber sido entrevistados.
Los resultados mostraron una urgente necesidad de encontrar alternativas para “educar” a los pacientes acerca de sus estados de salud y los cuidados que requieren.
Baker hizo hincapié en la necesidad de “usar un lenguaje llano. No estamos hablando de materiales ‘a prueba de tontos’. Hablamos de emplear un lenguaje simple que el promedio de las personas pueda entender fácilmente”, enfatizó.
La idea es eliminar la jerga especializada del lenguaje de los médicos, así como de los materiales impresos asociados con cuestiones de salud. Un ejemplo de ello sería decir “azúcar” en lugar de “glucosa” cuando se trata de diabetes.
Muchos conceptos son más fáciles de comprender a través de elementos multimedia que con simples palabras. Baker explicó que “si una imagen dice más que mil palabras, tal vez un video valdría igual que diez imágenes. De ahí que si se le va a explicar a un paciente acerca de una condición llamada falla cardiaca, en la cual el corazón no bombea suficiente sangre, una imagen en movimiento será más ilustrativa y clara que la explicación con palabras o una foto fija”.
Con frecuencia los pacientes requieren de varias explicaciones para comprender por completo sus problemas de salud, las instrucciones para el cuidado de la misma o para la toma de medicamentos. En ese sentido, el investigador insistió en que es necesario aprender a repetir estas cosas a los pacientes “hasta que sean capaces de explicarlas ellos mismos con sus propias palabras”.
Baker y sus colegas trabajan en la actualidad en la elaboración de materiales educativos especialmente diseñados para explicar a sus pacientes problemas de salud y sus cuidados como asma, diabetes y cáncer colorrectal. De hecho trabajan conjuntamente con ellos para asegurarse de la efectividad del lenguaje que emplean.
Esperan que estos materiales y el cambio de hábitos de lenguaje de los médicos puedan beneficiar a los pacientes, en particular a aquellos de mediana edad y avanzada, pues las funciones mentales declinan a partir de los 30 años y las capacidades de lectura y comprensión se reducen entre los adultos mayores.
Mexicanos, sin hábitos de lectura
Los resultados de la Encuesta Nacional de Lectura, efectuada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, publicados en 2006, indican que el promedio de lectura de los mexicanos es de 2.9 libros anuales.
-El documento señala que sólo 56.4 por ciento de los encuestados lee libros, en tanto que 33.5 por ciento no lo hace y 16 por ciento lee sólo un volumen en dicho periodo.
-En el capítulo ciencia, la encuesta indica que del 56.4 ciento que lee libros sólo 16 por ciento se acerca a temas de ciencia y tecnología. Asimismo, 95 ciento de los lectores no lee revistas científicas.
-La encuesta, que se realizó entre el primero de noviembre y el siete de diciembre de 2005 con pobladores de 12 años de edad y mayores, en 29 estados, 136 municipios y seis regiones del país, incluyó una muestra conformada por 4 mil 57 cuestionarios.
-Según datos del Conteo de Población 2005 efectuado por el INEGI, en el curso del siglo XX México pasó de tener un índice de 80 por ciento de población analfabeta a 92.1 por ciento de población con capacidad -ciertamente diferente- de leer y escribir.
-Por su parte, estudios realizados por la OCDE y la UNESCO ubican a México en el lugar 107 de una lista de 108 países, en relación con los hábitos de lectura de la población. Hay quienes teorizan en torno del hecho de que los lectores han emigrado hacia los “libros virtuales”.
-Sin embargo, los resultados de una encuesta realizada por el Instituto Nacional del Consumidor en materia de libros, señala que 94 por ciento de los entrevistados aseguró no leer libros en la red.
-En ese sentido, y comparativamente, uno de los países con mayor número de usuarios de Internet (y también de los más avanzados en materia de cómputo) es Japón, donde 91 por ciento de sus ciudadanos tiene el hábito de la lectura.
-En Alemania la población lectora rebasa 60 por ciento, mientras que en México apenas alcanza dos por ciento.
FUENTE: El Universal
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